Libro II, cap. I, Ética a Nicómaco.
Y, claro, dado que la
virtud es doble -una intelectual y otra moral- la
intelectual toma su origen e incremento del aprendizaje en su mayor
parte, por lo que necesita experiencia y tiempo; la moral,
en cambio, se
origina a partir de la costumbre,
por lo que incluso de la costumbre ha tomado el nombre con una
pequeña variación. De aquí resulta
también evidente que ninguna de las virtudes morales se origina
en nosotros por naturaleza:
en efecto, ninguna de las cosas que son por naturaleza se
acostumbra a otro comportamiento. Por ejemplo,
la piedra, que se dirige por naturaleza hacia abajo, nunca podría
acostumbrarse a dirigirse hacia arriba ni aunque uno tratara de
acostumbrarla tirándola miles de veces hacia arriba; ni el fuego
hacia abajo, ni ningún otro de los elementos que se originan de una
m anera podría acostum brarse a un comportamiento diferente. Por
consiguiente, las virtudes no se
originan ni por naturaleza ni contra naturaleza, sino que lo
hacen en nosotros que, de un lado, estamos
capacitados naturalmente para recibirlas y, de otro, las
perfeccionamos a través de la costumbre.
Más aún:
de cuanto se origina en nosotros por naturaleza primero recibimos
las facultades y después ejercitamos sus actividades. (Ello es
evidente con los sentidos, pues no por ver muchas veces o por oír
muchas veces hemos recibido estos sentidos, sino al revés: los
utilizamos porque los tenemos, no los hemos adquirido por
utilizarlos.) Las virtudes, en cambio, las
recibimos después de haberlas ejercitado primero. Lo mismo
que, por lo demás, en las artes: lo que hay que hacer después de
aprenderlo, eso lo aprendem os haciéndolo: por ejemplo, los hombres
se hacen constructores construyendo y citaris tas tocando la cítara.
Pues bien, de esta manera nos hacemos justos realizando acciones
justas y valientes. Esto lo corrobora lo que sucede en las ciudades:
los legisladores hacen buenos a los ciudadanos con la costumbre.
Ésta es la voluntad de todo legislador y cuantos no lo hacen bien,
fracasan; y en esto reside la diferencia entre una buena y una mala
constitución.
Más aún:
toda virtud se origina como consecuencia y a
través de las mismas acciones. Y el arte, igual: de tocar la
cítara se originan los buenos y los malos citaristas. Y de manera
sim- ilar los constructores y todos los demás: de construir bien se
harán buenos constructores y de construir mal, malos. Porque de no
ser así, ninguna necesidad habría de que alguien enseñara, sino
que todos habrían nacido buenos o malos.
Pues bien, así sucede también con
las virtudes: es realizando las acciones relativas a las
transacciones con los hombres como unos nos hacemos justos y otros
injustos; y realizando las acciones relativas a las situaciones de
peligro, y acostumbrándonos a temer o a tener valor unos nos
hacemos valientes y otros cobardes. E igualmente sucede con los
apetitos y la ira: unos se hacen templados y mansos y otros
intemperantes e irascibles -unos por desenvolverse de una manera y
otros de otra en las mismas circunstancias-. Bien, en una palabra:
los hábitos
se originan a partir de actividades correspondientes. Por
ello hay que realizar actividades de una cierta clase, pues de
acuerdo con las diferencias entre ellas se siguen los hábitos. En
consecuencia, no es pequeña la diferencia
entre habituarse en un sentido o en otro ya desde jóvenes; es de
gran importancia o, mejor, de la máxima importancia.
(Dejo el enlace al mapa conceptual de este texto.)
http://www.xmind.net/m/pTTx
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