PATRICIA XU SHAN 2ºBACH B
La emancipación de las mujeres como tarea moral
Desde pequeños nos han inculcado que los niños deben de ser fuertes y valientes, y las niñas deben de ser dulces y comprensivas. Al niño siempre se le ha comprado cosas azules, juguetes de construcción y coches, sin embargo, a las niñas cosas rosas y muñecas. Incluso en los mismos dibujos animados aparecen los hombres como superhéroes que tienen que salvar a la mujer, o en cuentos infantiles como Cenicienta, aparece la mujer como sirvienta y esclava, y encuentra su única liberación en casarse con un hombre. Cuando ocurre esto se está fomentado entre ambos sexos roles estereotipados, se está creando en una persona la idea que la mujer debe de estar en casa, atender a su marido y cuidar de sus hijos, y el hombre ha de trabajar fuera de casa y mantener la familia. Pero, ¿por qué son las mujeres las que deben de obedecer a los hombres? ¿acaso somos diferentes? ¿qué es una mujer o ser mujer?
Con esta última pregunta Simone de Beauvoir inicia la reflexión sobre el concepto de “mujer” en El segundo sexo, y nos enlaza con el tema que nos propone la redacción, la emancipación de las mujeres como tarea moral. Lo que nos sugiere este planteamiento no es solamente la duda radical y la crítica que realiza la autora al significado del concepto “mujer”, sino que también sugiere una propuesta moral para la liberación de la mujer y su emancipación. Así pues, ¿cómo viven las mujeres su situación? ¿por qué es esclava? ¿es posible su liberación? ¿cómo? A continuación procederemos a responder las preguntas detalladamente.
La concepción de mujer se relaciona con la cualidad de “feminidad”, el “eterno femenino” o la esencia “mujer” inmutable y se ha asociado a funciones vinculadas al cuidado de otras personas (hijos, el marido, ancianos), y se la ha excluido del ejercicio del poder, la política, trabajos forzosos y otras actividades fuera de la afectividad. Se justificaba por las características “naturales” de las mujeres: ser mujer es ser pueril, irresponsable, inesencial, inferior, pasiva, débil, frívola, prisionera, dependiente, esclava, “la Otra”. Mientras al hombre se le asignaba con la autonomía, la capacidad para la acción y para ejercer el poder, la valentía y el gusto por el riesgo, la seriedad y el rigor, a lo que paralelamente se atribuía como “eterno masculino”. Beauvoir niega que la “feminidad” sea una cualidad que caracterice a las mujeres de manera natural, sino que afirma que es el resultado del adiestramiento en sociedad desde la infancia y del aprendizaje que adquirimos. Esto, sin duda, afecta de manera negativa a las mujeres, ya que las posiciona inferiormente y las hace dependientes y esclavas de los varones.
Ahora bien, Simone de Beauvoir realiza un paralelismo entre hombres y mujeres con la relación entre los amos y sus esclavos. Describirá la falta de simetría, las causas y las dificultades que han impedido la ruptura de esta desigualdad. En primer lugar, la falta de simetría entre hombres y mujeres se debe a que ser mujer implica un punto de vista parcial y ajeno, sin embargo, la perspectiva del hombre es considerada objetiva y general. Es decir, el hombre se define como “el Mismo”, es positivo y neutro, y la mujer es “la Otra”, que se encuentra en situación de inferioridad y dependencia, pero ¿a qué se debe? Del mismo modo que amo y esclavo están unidos por una necesidad económica, hombres y mujeres también lo están. Puesto que ambos se necesitan recíprocamente, y es lo que impide la ruptura de la relación: los hombres arriesgan libremente su vida en guerras y acciones peligrosas, las mujeres por condición natural, la maternidad, no pueden participar, por lo que reconocen su valor y tienen prestigio los hombres que les proporciona protección. Ante esta situación, la mujer ve que el estar con ellos le proporciona ventajas, o sino tendría que renunciar a ello si rechazan el papel. Esto es la causa del sometimiento de la mujer, el papel de Alteridad y de esclava, y por lo tanto, de la desigualdad. Pero, ¿tiene fundamento, es realmente así?
La autora afirma en El segundo sexo que las condiciones biológicas por naturaleza explican el origen, pero no justifican ni la inferioridad ni la dominación que han sufrido las mujeres durante siglos y que sigue permaneciendo. Esto no contribuye a la liberación de los individios. Así, la autora, en sus investigaciones, desenmascara las concepciones falsas que se presentan como “facticidad”, es decir, aquello compuesto naturalmente inscrito en la sociedad y que no ha decidido. La alternativa que da la autora es que cuando ellas se afirmen como sujetos y tengan sus propios proyectos vitales, tendrá posibilidad conseguir las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres. Es decir, la emancipación de las mujeres solo será posible cuando las mujeres decidan con plena libertad. Pero, ¿cómo es esto posible? ¿en qué se basa? Es aquí donde Simone de Beauvoir interviene con la doctrina existencialista, que la enlaza con su posición feminista. Veámoslo con más detalle.
La perspectiva filosófica de Simone de Beauvoir es clave, ya que fundamenta su concepción y marca todo su desarrollo posterior: el existencialismo. Desde este punto de vista, la existencia precede a la esencia, es decir, los seres humanos no pueden caracterizarse por lo que la naturaleza le haya dado. Solo existe ser cuando desde su libertad decide, actúa y toma sus propias decisiones. Existir es hacerse mediante proyectos libremente, es lo que define al ser humano. Pero el ser humano también tiene una existencia compartida, ya que al mismo tiempo, cuando toma decisiones y elige involucra a los demás y le hace aún más responsable, de lo que haga de sí mismo y de los efectos de su acción sobre los demás. Por tanto, el existencialismo niega todo tipo de determinismos, ya que justificar aspectos concretos de nuestra vida constituye poner excusas y autoengañarse, y también supone renunciar la libertad de uno mismo y su propio desarrollo, lo que llama el mal moral. Por otro lado, el bien moral es el hecho de no huir ni negar la propia libertad. Lo que pretende Beauvoir es que las mujeres se sientan a sí mismas como sujetos, que puedan decidir y actuar libremente, y que puedan inventar sus propios fines y proyectos. Y no renunciando su libertad ni subordinarse a los demás. Perder la autonomía que caracteriza al sujeto, a uno mismo, es hacerse objeto y dejar de tener la posibilidad de proyectarse hacia el futuro. Hasta ahora hemos visto que en cierto modo es verdad que la situación contextual en la que nace la mujer es desfavorable y obliga a las mujeres a luchar en condiciones difíciles, pero es cuando Beauvoir da una alternativa a las mujeres.
En conclusión, el camino de la independencia y emancipación de las mujeres requiere un gran esfuerzo moral, ya que siempre se nos han educado de tal manera que las mujeres se someten y se subordinan a los hombres. Ellas reconocen lo que su situación biológica y fisiológica no les ha permitido. Pero este concepto de “mujer” y la posición inferior que tiene no es por características naturales, sino porque la sociedad a lo largo del tiempo ha fijado y ha adiestrado a la mujer para ser objeto. Por eso, Simone de Beauvoir, frente a ello plantea que esas condiciones naturales de la mujer dejen de ser un punto débil. Invita a la aceptación de ambos géneros a nuestras condiciones y a la aceptación tanto de la libertad propia como de la de los demás. Sería un modelo por el cual las mujeres ya no serían adiestradas en el “eterno femenino” y la esencia de “feminidad”, sino en la igualdad como seres humanos libres.
La emancipación de las mujeres como tarea moral
Desde pequeños nos han inculcado que los niños deben de ser fuertes y valientes, y las niñas deben de ser dulces y comprensivas. Al niño siempre se le ha comprado cosas azules, juguetes de construcción y coches, sin embargo, a las niñas cosas rosas y muñecas. Incluso en los mismos dibujos animados aparecen los hombres como superhéroes que tienen que salvar a la mujer, o en cuentos infantiles como Cenicienta, aparece la mujer como sirvienta y esclava, y encuentra su única liberación en casarse con un hombre. Cuando ocurre esto se está fomentado entre ambos sexos roles estereotipados, se está creando en una persona la idea que la mujer debe de estar en casa, atender a su marido y cuidar de sus hijos, y el hombre ha de trabajar fuera de casa y mantener la familia. Pero, ¿por qué son las mujeres las que deben de obedecer a los hombres? ¿acaso somos diferentes? ¿qué es una mujer o ser mujer?
Con esta última pregunta Simone de Beauvoir inicia la reflexión sobre el concepto de “mujer” en El segundo sexo, y nos enlaza con el tema que nos propone la redacción, la emancipación de las mujeres como tarea moral. Lo que nos sugiere este planteamiento no es solamente la duda radical y la crítica que realiza la autora al significado del concepto “mujer”, sino que también sugiere una propuesta moral para la liberación de la mujer y su emancipación. Así pues, ¿cómo viven las mujeres su situación? ¿por qué es esclava? ¿es posible su liberación? ¿cómo? A continuación procederemos a responder las preguntas detalladamente.
La concepción de mujer se relaciona con la cualidad de “feminidad”, el “eterno femenino” o la esencia “mujer” inmutable y se ha asociado a funciones vinculadas al cuidado de otras personas (hijos, el marido, ancianos), y se la ha excluido del ejercicio del poder, la política, trabajos forzosos y otras actividades fuera de la afectividad. Se justificaba por las características “naturales” de las mujeres: ser mujer es ser pueril, irresponsable, inesencial, inferior, pasiva, débil, frívola, prisionera, dependiente, esclava, “la Otra”. Mientras al hombre se le asignaba con la autonomía, la capacidad para la acción y para ejercer el poder, la valentía y el gusto por el riesgo, la seriedad y el rigor, a lo que paralelamente se atribuía como “eterno masculino”. Beauvoir niega que la “feminidad” sea una cualidad que caracterice a las mujeres de manera natural, sino que afirma que es el resultado del adiestramiento en sociedad desde la infancia y del aprendizaje que adquirimos. Esto, sin duda, afecta de manera negativa a las mujeres, ya que las posiciona inferiormente y las hace dependientes y esclavas de los varones.
Ahora bien, Simone de Beauvoir realiza un paralelismo entre hombres y mujeres con la relación entre los amos y sus esclavos. Describirá la falta de simetría, las causas y las dificultades que han impedido la ruptura de esta desigualdad. En primer lugar, la falta de simetría entre hombres y mujeres se debe a que ser mujer implica un punto de vista parcial y ajeno, sin embargo, la perspectiva del hombre es considerada objetiva y general. Es decir, el hombre se define como “el Mismo”, es positivo y neutro, y la mujer es “la Otra”, que se encuentra en situación de inferioridad y dependencia, pero ¿a qué se debe? Del mismo modo que amo y esclavo están unidos por una necesidad económica, hombres y mujeres también lo están. Puesto que ambos se necesitan recíprocamente, y es lo que impide la ruptura de la relación: los hombres arriesgan libremente su vida en guerras y acciones peligrosas, las mujeres por condición natural, la maternidad, no pueden participar, por lo que reconocen su valor y tienen prestigio los hombres que les proporciona protección. Ante esta situación, la mujer ve que el estar con ellos le proporciona ventajas, o sino tendría que renunciar a ello si rechazan el papel. Esto es la causa del sometimiento de la mujer, el papel de Alteridad y de esclava, y por lo tanto, de la desigualdad. Pero, ¿tiene fundamento, es realmente así?
La autora afirma en El segundo sexo que las condiciones biológicas por naturaleza explican el origen, pero no justifican ni la inferioridad ni la dominación que han sufrido las mujeres durante siglos y que sigue permaneciendo. Esto no contribuye a la liberación de los individios. Así, la autora, en sus investigaciones, desenmascara las concepciones falsas que se presentan como “facticidad”, es decir, aquello compuesto naturalmente inscrito en la sociedad y que no ha decidido. La alternativa que da la autora es que cuando ellas se afirmen como sujetos y tengan sus propios proyectos vitales, tendrá posibilidad conseguir las relaciones igualitarias entre hombres y mujeres. Es decir, la emancipación de las mujeres solo será posible cuando las mujeres decidan con plena libertad. Pero, ¿cómo es esto posible? ¿en qué se basa? Es aquí donde Simone de Beauvoir interviene con la doctrina existencialista, que la enlaza con su posición feminista. Veámoslo con más detalle.
La perspectiva filosófica de Simone de Beauvoir es clave, ya que fundamenta su concepción y marca todo su desarrollo posterior: el existencialismo. Desde este punto de vista, la existencia precede a la esencia, es decir, los seres humanos no pueden caracterizarse por lo que la naturaleza le haya dado. Solo existe ser cuando desde su libertad decide, actúa y toma sus propias decisiones. Existir es hacerse mediante proyectos libremente, es lo que define al ser humano. Pero el ser humano también tiene una existencia compartida, ya que al mismo tiempo, cuando toma decisiones y elige involucra a los demás y le hace aún más responsable, de lo que haga de sí mismo y de los efectos de su acción sobre los demás. Por tanto, el existencialismo niega todo tipo de determinismos, ya que justificar aspectos concretos de nuestra vida constituye poner excusas y autoengañarse, y también supone renunciar la libertad de uno mismo y su propio desarrollo, lo que llama el mal moral. Por otro lado, el bien moral es el hecho de no huir ni negar la propia libertad. Lo que pretende Beauvoir es que las mujeres se sientan a sí mismas como sujetos, que puedan decidir y actuar libremente, y que puedan inventar sus propios fines y proyectos. Y no renunciando su libertad ni subordinarse a los demás. Perder la autonomía que caracteriza al sujeto, a uno mismo, es hacerse objeto y dejar de tener la posibilidad de proyectarse hacia el futuro. Hasta ahora hemos visto que en cierto modo es verdad que la situación contextual en la que nace la mujer es desfavorable y obliga a las mujeres a luchar en condiciones difíciles, pero es cuando Beauvoir da una alternativa a las mujeres.
En conclusión, el camino de la independencia y emancipación de las mujeres requiere un gran esfuerzo moral, ya que siempre se nos han educado de tal manera que las mujeres se someten y se subordinan a los hombres. Ellas reconocen lo que su situación biológica y fisiológica no les ha permitido. Pero este concepto de “mujer” y la posición inferior que tiene no es por características naturales, sino porque la sociedad a lo largo del tiempo ha fijado y ha adiestrado a la mujer para ser objeto. Por eso, Simone de Beauvoir, frente a ello plantea que esas condiciones naturales de la mujer dejen de ser un punto débil. Invita a la aceptación de ambos géneros a nuestras condiciones y a la aceptación tanto de la libertad propia como de la de los demás. Sería un modelo por el cual las mujeres ya no serían adiestradas en el “eterno femenino” y la esencia de “feminidad”, sino en la igualdad como seres humanos libres.